Hard Zone : Hardware, Reviews, Noticias, Tutoriales, Foros de ayuda – La moda de los pagos mensuales: así nos atan las marcas a sus dispositivos
Antaño, tú te comprabas una consola de videojuegos, la conectabas a la TV y ya está, te comprabas un juego y jugabas hasta que se rompía o decidías cambiarlo. Sin embargo, en los últimos años esto ha cambiado completamente, pero de forma tan paulatina que casi ni nos hemos dado cuenta hasta el punto de que las suscripciones y los pagos mensuales forman ya parte de nuestra vida cotidiana. ¿Quién no paga Netflix, PlayStation Plus o Game Pass?
Hoy en día, la compra inicial de un producto es solo la puerta de entrada a una cadena interminable de pagos recurrentes. Da igual si hablamos de una consola, de una impresora, una aplicación o incluso de un coche: casi todos vienen acompañados de la tentación (o en algunos casos directamente de la obligación) de pagar una cuota mensual para poder acceder a sus funciones completas.
La suscripción infinita: cada vez más dispositivos quieren que pagues todos los meses
Estamos ante un fenómeno que, bajo mi punto de vista tras más de 30 años detrás de un teclado, no es ni casual ni fruto de la improvisación. Es algo perfectamente calculado por las grandes empresas y responde a una estrategia que busca transformar a los consumidores (es decir, a nosotros) en fuentes de ingresos permanentes.

Servicios como PlayStation Plus, que convierten a la consola en poco más que un pisapapeles carísimo si no pagas para poder jugar online; plataformas como Netflix, que han eliminado por completo la idea de la propiedad del contenido (¿hace cuánto que no te compras una película en Blu-Ray, DVD o VHS?); o incluso las impresoras modernas, que directamente no funcionan si no cuentas con un plan de suscripción a sus recambios de tinta, son ejemplos claros de cómo el mercado tecnológico ha interiorizado que el pago único ya no es suficiente.
Y el resultado es aterrador: es un escenario en el que dejamos de ser dueños de lo que compramos para convertirnos en simples arrendatarios de los productos que, paradójicamente, se supone que ya hemos adquirido.
Si os preguntáis cómo y por qué hemos llegado a esta situación, para mi la respuesta es evidente: los ingresos recurrentes para las empresas. Durante décadas, las compañías dependían de los ciclos de vida de sus productos y de convencer al usuario de que renovara cada cierto tiempo para obtener ingresos. Pero el mercado se saturó, la competencia aumentó y los beneficios empezaron a resentirse.

El modelo de suscripción ofrecía la solución perfecta: en lugar de esperar a que el consumidor se cansara del producto o se le rompiera, lo que se busca ahora es mantener un flujo constante de dinero con suscripciones como por ejemplo Xbox Game Pass, Adobe Creative Cloud o incluso planes «premium» de aplicaciones de productividad. Pero esto es solo la punta del iceberg: el hardware ya no se concibe sin un software o servicio asociado que garantice un ingreso mensual sostenido para la compañía que lo ha creado.
Además, este modelo de negocio permite a las marcas tener a los usuarios atados a su ecosistema. Una vez que pagas por un servicio, los usuarios somos reticentes a abandonarlo: perder la biblioteca de juegos, los datos en la nube, la configuración personalizada… de esta forma, el modelo de suscripción se convierte en una jaula de oro, donde aunque los usuarios disfrutemos de lo que ofrecen, el día que intentemos salir descubriremos que es mucho más complicado de lo que imaginábamos al principio. Y para una empresa, esta dificultad es sinónimo de fidelidad, claro; las empresas han luchado por hacer que el significado de lealtad implique miedo a perder lo que te han «prestado». Y eso es diabólico.
En cuanto a los juegos concretamente, a este respecto las empresas ya han ganado la guerra: han conseguido hacer que todos sus juegos vayan por defecto con algún tipo de online, ya sea DRM o servicio en la nube, de forma que cuando deje de interesarles mantener el juego, inutilizan el sistema cargándose de un plumazo otro «problema» para ellas: el mercado de segunda mano, que escapa completamente de su control. Básicamente es un «antes que malvenderlo le prendo fuego». Y vaya si lo hacen, cuando cierran sus servidores los usuarios nos quedamos con una mano delante y otra detrás. Existen movimientos contra esto como «Stop killing games«, muy loables pero que por ahora no han conseguido ningún triunfo significativo.
Los riesgos para los consumidores
El principal peligro de este modelo, de nuevo bajo mi punto de vista, es que el usuario no se da cuenta de ello hasta que no piensa en darse de baja. No es algo evidente en el corto plazo, porque pagar unos euros al mes puede parecer asumible e incluso barato frente al coste inicial de una compra única («¿por qué pagar 20 euros por una película si puedo pagar 15 al mes y ver todas las que quiera en Netflix?»), pero si te pones a sumar todos los servicios que pagas al mes, quizá te lleves una (poco grata) sorpresa.

Otro riesgo que a mi juicio es evidente es la pérdida del control. Cada vez dependemos más de servicios externos para usar dispositivos que, en teoría, son nuestros al haberlos comprado. Una impresora que no imprime sin un plan de tinta, una Smart TV que se vuelve inútil si una plataforma de streaming desaparece, o una consola que te impide jugar online si no pagas la cuota mensual son solo algunos de los ejemplos de cómo los usuarios hemos renunciado a tener una propiedad plena de lo que compramos. A esto hay que sumar la fragilidad del modelo digital, del que ya hemos hablado con anterioridad: si una empresa decide cerrar un servicio, cambiar las condiciones o subir el precio, el usuario no puede hacer absolutamente nada.
Al final, siempre está nuestra libertad de elección. Al convertirnos en suscriptores perpetuos aceptamos un contrato desigual en el que la empresa dicta las reglas y nosotros acatamos. Pero claro, ¿quién le dice que no a tener 50GB de almacenamiento en la nube para el iPhone por un euro al mes? El problema viene si te quieres dar de baja, a ver dónde metes todas esas fotos y copias de seguridad que están en iCloud…