Xataka – Madrid consume más y genera menos energía que nadie. Y además sus vecinos se están negando a poner placas solares
Entre los campos de cereal y las urbanizaciones familiares del este madrileño, los vecinos de Villalbilla y Torres de la Alameda viven una batalla que se repite en muchos rincones de España: la de un territorio que quiere energías limpias, pero teme perder su identidad.
En corto. En los márgenes del Viso, una zona residencial y natural muy ligada a la vida familiar, se proyecta una macroplanta solar fotovoltaica de 70,8 megavatios promovida por Envatios Promoción XXIV S.L., filial de la multinacional suiza Smartenergy.
El proyecto, conocido como “Envatios XXIV – Fase III”, ocuparía unas 335 hectáreas de suelo agrícola y natural, el equivalente a más de 470 campos de fútbol, entre ambos municipios. La resolución que le otorga la declaración de utilidad pública fue publicada en el Boletín Oficial del Estado, un paso que allana su ejecución. Sin embargo, la aprobación ha encendido las alarmas en la zona: plataformas vecinales y asociaciones han empezado a movilizarse para frenar lo que consideran una amenaza para su entorno y su calidad de vida.
La chispa del conflicto. La Plataforma para la Defensa del Viso denuncia la “falta de transparencia y la ausencia de participación” en la tramitación del proyecto. Afirman que el Ayuntamiento de Villalbilla ni siquiera fue notificado formalmente durante el proceso, un defecto que podría tener consecuencias legales.
El macroproyecto, explican, provocará posibles riesgos ambientales y sociales: aumento local de temperatura por el efecto reflectante de las placas, contaminación acústica, pérdida de vegetación y riesgo de incendios. En la reunión informativa celebrada el 7 de octubre, los técnicos y vecinos resumieron su postura en una frase que se ha convertido en lema del movimiento: «No estamos en contra de la energía solar, sino de su mala ubicación. Energía sí, pero con sentido común».
Una ola de oposición institucional. El rechazo vecinal ha encontrado eco político. El Ayuntamiento de Villalbilla aprobó una moción contra el proyecto con el apoyo de 17 concejales de distintos partidos. La decisión refleja la preocupación compartida por los vecinos y representantes municipales ante el impacto medioambiental y paisajístico. Pocos días después, el consistorio anunció que presentará un recurso de alzada ante el Ministerio para la Transición Ecológica (MITECO). También ha mantenido contactos con la Delegación del Gobierno en Madrid y ha pedido una revisión del proceso.
En su página de Facebook, el alcalde, José Luis Luque Lorente, matizó la situación: «La planta se ubica en Torres de la Alameda. En Villalbilla no se implantan instalaciones permanentes, solo se verán afectadas temporalmente algunas parcelas como accesos durante las obras». Aun así, el consistorio se ha sumado a la movilización, argumentando que cualquier gran infraestructura energética debe hacerse con planificación y consenso.
En el otro frente. La empresa promotora cuenta con la declaración de impacto ambiental favorable y que su capacidad —70,8 MW— podría abastecer el consumo eléctrico anual de unas 90.000 viviendas. Algunos propietarios de terrenos ya han firmado contratos de alquiler con la promotora. «El proyecto es imparable, y es mejor sacar una ganancia», explicaba uno de ellos a Infobae.
El debate ha dividido incluso a los propios municipios: mientras Villalbilla y Torres preparan recursos legales, Mejorada del Campo ha optado por negociar con la empresa. Este último municipio ha conseguido reducir el tamaño de la planta un 40%, establecer un plan de empleo local y una indemnización de 3,8 millones de euros.
Incluso dentro de la propia administración regional hay divergencias: la Dirección General de Calidad Ambiental de la Comunidad de Madrid emitió un informe favorable, mientras que la Dirección General de Agricultura lo consideró inviable por afectar a cultivos leñosos y recomendó buscar otra ubicación.
El dilema del paisaje. La Plataforma para la Defensa del Viso insiste en que el problema no es la energía solar en sí, sino el modelo de implantación masiva sin planificación territorial. Como bien sabemos, el debate no es nuevo. En una tribuna para El País, el experto en energía Eloy Sanz advertía que «rechazar casi cualquier desarrollo renovable es un error», y que «a menos renovables, más combustibles fósiles». Pero también criticaba el uso del término «macro» como etiqueta emocional: «El prefijo ‘macro’ es clave a nivel emocional, sin importar el tamaño real del proyecto».
El dilema se extiende por toda España. El lema «Renovables sí, pero no así» ha prendido en zonas rurales de Andalucía, Aragón y Galicia. En Jaén, vecinos y agricultores se oponen a una instalación que implicaría talar más de 100.000 olivos. En Galicia, el Tribunal Supremo suspendió cautelarmente un parque eólico por no evaluar su impacto acumulativo en el territorio. Los conflictos comparten un patrón: comunidades rurales que apoyan la transición energética, pero reclaman ordenación, transparencia y equilibrio.
Habrá que repartir. El punto es que el caso de Villalbilla y Torres de la Alameda tiene una paradoja adicional: ocurre en una de las regiones que menos energía produce y más consume. La Comunidad de Madrid genera apenas el 4,8% de la energía que utiliza, pero concentra el 11% de la demanda nacional. Mientras tanto, otras zonas del país —Extremadura, Aragón, Castilla-La Mancha o Andalucía— soportan el grueso de la generación eléctrica.
Esto evidencia que el trasfondo es el mismo: una transición energética que avanza a ritmo desigual y con escasa planificación territorial. Mientras el país busca cumplir los objetivos climáticos de 2030, las comunidades locales reclaman voz en cómo y dónde se transforma su entorno.
“Queremos una transición justa”. Esa es la frase más repetida por los vecinos del Viso. Su mensaje coincide con el de muchos movimientos ciudadanos que han surgido por toda España: apoyo a las renovables, pero con respeto al territorio.
Quizá la clave esté en lo que señalaba Eloy Sanz: «El dilema no es entre progreso o paisaje, sino entre hacerlo bien o hacerlo mal». Entre la urgencia climática y el miedo al cambio, Villalbilla y Torres de la Alameda encarnan una pregunta que España aún no ha resuelto: ¿cómo lograr una energía limpia que también sea justa?
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Madrid consume más y genera menos energía que nadie. Y además sus vecinos se están negando a poner placas solares
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por
Alba Otero
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