Xataka – Los indígenas de Laponia han llegado a una conclusión: Santa Claus ha convertido su “barrio” en un parque temático insoportable
En diciembre, millones de niños -y no tan niños- escriben sus cartas para Santa Claus y las mandan a su casa en Laponia. En Laponia también hay gente que escribe sus cartas, pero deseando algo totalmente distinto: que dejen de llegar turistas buscando a Papá Noel. Porque pocos sitios reflejan tan bien lo que causa la turistificación como Rovaniemi, la capital de la región.
Y los locales están hartos.
La ciudad de Papá Noel. Laponia es una región finlandesa ubicada cerca del círculo polar ártico y su capital, Rovaniemi, es una pequeña ciudad de unos 65.000 habitantes. Está rodeada de naturaleza, pero lo que la pone cada temporada invernal en el mapa es la “Santa Claus Village”. Fundada en 1985, la idea era imitar algo que Disney llevaba años haciendo bastante bien: monetizar la ilusión.
De hecho, el propio país fue el que promocionó oficialmente Laponia como el auténtico hogar de Santa Claus. Y lo que en un principio fue una decisión para dinamizar una zona devastada por la Segunda Guerra Mundial (de hecho, la población de Rovaniemi era residual hasta mediados de los 80), terminó formando una enorme bola de nieve.
Explosión. Se estima que la oficina de correos de Santa Claus ha recibido más de 15 millones de cartas desde 200 países tras su apertura en 1985. En los meses más fuertes, reciben 30.000 cartas al día. Pero no sólo reciben cartas: también turistas. La “atracción” está abierta todo el año, pero es en los meses de más afluencia (a medida que se acerca la Navidad) cuando el número de turistas pueden superar en diez a uno a la población local.
El día más ajetreado es, evidentemente, el 23, ya que los turistas quieren ver partir a Papá Noel. Y las estimaciones es que sólo Rovaniemi acapara un tercio de los beneficios de todo el turismo en Laponia, aportando unos 400 millones de euros en la ciudad. De hecho, se espera que aumente en otros 200 millones anuales durante los cinco próximos años, algo que motiva la apertura de nuevos hoteles y más conexiones aéreas, incluso en verano.
No para. Porque, claro, esa cantidad de turistas debe dormir en algún lado y, si bien Rovaniemi no es muy grande y depende de ese turismo navideño, también busca dejar de ser estacionaria. Por ejemplo, hay un plan de expansión del aeropuerto para añadir 1.000 metros cuadrados a la terminal, así como proyectos para diversificar la oferta turística más allá de la temporada navideña.
El plan es desarrollar el turismo de aventura y bienestar en verano, aprovechando que están rodeados de naturaleza exótica y, así, distribuir el flujo de visitantes durante todo el año. Por contextualizar, se estima que más de 700.000 personas visitaron la región en 2024. Son casi las mismas que quienes visitaron Yucatán en su momento álgido.
Al sur está Rovaniemi y junto al aeropuerto se encuentra la villa de ‘Santa’
Críticas. Y pasó lo que tenía que pasar, algo que muchas otras ciudades en todo el mundo están experimentando: una enorme afluencia de turistas que están perturbando a la población local. Parte de las quejas sobre esta turistificación de Laponia parten de quienes viven durante todo el año en Rovaniemi. Aunque se han construido hoteles y hay más en marcha, no dan abasto para acoger a tantos turistas, por lo que los apartamentos turísticos hacen su agosto.
Esto provoca escasez de vivienda y aumento de los precios. También lamentan la saturación de la infraestructura local durante estas temporadas pico (ir al mercado en uno de esos días debe ser… divertido) y algo más profundo: la pérdida de la identidad cultural ante la comercialización excesiva. De hecho, en septiembre del año pasado, un grupo de activistas locales organizaron manifestaciones reclamando medidas para impedir el crecimiento turístico descontrolado.
El propio alcalde de la ciudad reconoció que hay que hacer algo para buscar el equilibrio, pero que las ganancias financieras están ahí. Y tanto el Parlamento finlandés como los propios sami publicaron en 2018 una guía para fomentar un turismo más sostenible y ético.
¿Y la naturaleza? Pues ahí está la otra parte del pastel y otro motivo de queja para los locales. En un reportaje de The Guardian, se exponen los datos de un análisis que muestra cómo, alrededor de los puntos turísticos más concurridos de Laponia, se han desarrollado enormes zonas verdes enfocadas únicamente al turismo. Incluyen parques, hoteles, pistas de esquí, experiencias en realidad virtual para ver auroras boreales fuera de temporada y casas vacacionales.
De hecho, estiman que el 15% de los nuevos desarrollos urbanísticos en la región están relacionados con el turismo y que, a lo lago de estos años, se han consumido 2,7 millones de metros cuadrados de naturaleza en un radio de 10 kilómetros con Rovaniemi en el centro. La mitad de ellos se atribuyen, directamente, al sector turístico. Pero el turismo no es la única amenaza.
Bola de nieve. En declaraciones al medio británico, una pastora de renos sami (la comunidad indígena local que lleva criando renos desde hace generaciones) lamenta que haya un conjunto de factores (turismo, minería y tala de árboles) que está acabando con las zonas de pastoreo, pero es una situación que no va a detenerse, sino que irá a más como si fuera una bola de nieve.
Teniendo en cuenta esa estimación de agregar otros 200 millones de dólares a corto plazo al turismo anual, desde el consejo regional de Laponia ya están tejiendo una estrategia para “hacer crecer los centros turísticos hasta alcanzar una masa crítica en la que las condiciones para el crecimiento sean tan favorables que atraigan más negocios y vitalidad al área”.
Mientras tanto, ambientalistas y locales seguirán preguntándose que pasará con el patrimonio cultural del pueblo sami cuando la ola del turismo termine de pasarles por encima.
Imágenes | Visit Rovaniemi, Ernmuhl
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La noticia
Los indígenas de Laponia han llegado a una conclusión: Santa Claus ha convertido su “barrio” en un parque temático insoportable
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Xataka
por
Alejandro Alcolea
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