Xataka – En 1901 unos exploradores rusos se encontraron el cadáver de un mamut congelado. Lo que pasó con su carne es un misterio

En 1901 unos exploradores rusos se encontraron el cadáver de un mamut congelado. Lo que pasó con su carne es un misterio

Aunque estamos intentando traerlos de vuelta, hace miles de años que los mamuts desaparecieron de la faz de la Tierra. Sin embargo, durante siglos, los humanos se alimentaron de su carne, crearon herramientas con sus huesos y fueron protagonistas en las historias que dibujaban en las paredes. Ahora bien, aunque desaparecieron hace unos 4.000 años, hay historias que afirman que hace menos de 100 años, hubo quien comió carne de mamut.

¿Su sabor? Como un solomillo de la época. Eso sí, hay bastante ‘salsa’ que enmascara esta historia culinaria.

El mamut de Berezovka. Otto Ferdinandovich Harz fue un naturalista ruso-alemán que, a comienzos del siglo XX, participó en la célebre excavación siberiana de 1901 en la que se halló el mamut de Berezovka. Se trata de uno de los ejemplares mejor conservados, si no el mejor, debido a que murió cuando tenía entre 45 y 50 años en el Permafrost, hace más de 44.000 años.

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Así lo encontraron. La parte más superficial, el cráneo, había sido roído por los lobos, pero mira el estado de la pata enterrada

La peculiaridad. Esa exposición a las temperaturas extremas permitió que los investigadores dieran con una pieza en unas condiciones envidiables. Los lobos se habían comido parte de la carne, pero la carcasa estaba completa e incluso se recuperaron hierbas que tenía en la boca y 12 kilos de comida en el estómago.

Las condiciones permitieron determinar que la piel era de un color marrón rojizo, con pelo rizado de unos 50 centímetros de largo, una cola de 35 centímetros, un pene en buen estado y una capa de grasa de nueve centímetros de espesor, clave para aguantar las bajas temperaturas. ¿El tamaño? 2,8 metros de alto por algo más de cuatro de largo.

Mamut

Reconstrucción del mamut en el momento de su muerte

Apetitoso”. Desenterrar al animal no fue rápido. Los investigadores levantaron una tienda en el punto de excavación y se pusieron manos a la obra. Aquí entramos en terreno turbulento porque empiezan las leyendas. Nadie estaba en esas frías noches siberianas para ver qué se cocía, pero hay quien apunta que en esa cazuela había carne de mamut. Debido a la buena conservación de la carne, el rumor fue que los miembros de la expedición comieron parte del mamut para aguantar las noches.

Pero hay un giro: resulta que aunque la pinta no era mala, cuando se descongelaba, el olor podía ser nauseabundo. Incluso condimentada, era demasiado para el olfato humano y, aunque de forma jocosa se desafiaron a probarla (tras una historia que apunta al consumo de alcohol como detonante), parece que al final se la dieron a los perros del campamento.

El Club de Exploradores. Otra historia va en una dirección contraria: tras la llegada al Museo Zoológico de San Petersburgo, donde se pueden ver tanto los restos como una representación fiel del mamut en el momento de su muerte, Otto empezó a clasificar los restos y se dio cuenta de que la carne no le valía. Por tanto, organizó una cena para colegas. ¿El requisito? Que éstos llevaran también algo de la prehistoria. ¿Pruebas de que comieron carne de mamut de hace 44.000 años? Ninguna, pero la historia es buena.

Igual que la del Club de Exploradores de Nueva York. Resulta que, según las leyendas, los exploradores de 1901 no fueron los únicos humanos recientes que han probado la carne de mamut. Fundado en 1904, el Explorers Club de Nueva York es una sociedad dedicada a la exploración de tierra, mar, aire y espacio (más recientemente, claro). Se creó para apoyar las gestas de exploración y tiene miembros notables y de honor como Neil Armstrong, Buzz Aldrin, Jane Goodall, Richard Garriott o James Cameron, entre muchos otros.

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Parte de un salón del ‘Explorers CLub’. Humilde.

Mito. Aquel que realice una aportación documentada, y excelsa, al conocimiento científico mediante expediciones de campo, puede ser miembro. Aparte de ese espíritu aventurero, lo que sus miembros comparten son banquetes anuales en los que el menú es… exótico. Se ha comido oso polar o bebés de foca (para comentar esto), pero también cola de cocodrilo, yak caramelizado y una gran cantidad de insectos fritos, en quesadillas, al horno, o en forma de postre. Que si no comieron dodo es porque no había, vaya.

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De cena en el club

Lo que se dice que comieron fue mamut: mamut lanudo descubierto en Alaska. Supuestamente, fueron Roosevelt y Armstrong quienes, en la cena de 1951, degustaron esta carne milenaria. Iban a comer carne de megaterio, que fue una especie de perezoso enorme, pero parece que un error de interpretación de una revista que cubría la cena les llevó a pensar que “megaterio” era otro término para “mamut”, por lo que pasó a la historia como que, ese día, comieron mamut en el prestigioso evento.

El girito. Resulta, y aquí viene el giro, que un miembro del club no iba a poder asistir y pidió que le dieran su porción en un tarro para poder conservarla. Ponía “carne de megaterio” y la llevó al Museo Bruce de Greenwich. Ahí la dejó, pero el destino quiso que terminara en el Museo de Historia Natural de Peabody y, en 2014, unos investigadores realizaron pruebas de ADN para ver qué narices era. Daba igual que fuera mamut: que en 1951 hubieran cenado megaterio seguiría siendo igual de impresionante.

Pues ni mamut… ni perezoso gigante: el análisis demostró que era carne de tortuga. Y no de una tortuga del Pleistoceno, sino una tortuga marina verde que sí, está protegida y en peligro de extinción, pero no extinta.

La albóndiga de mamut. La leyenda apuntó a esa similitud entre el solomillo moderno y la carne de mamut, pero a falta de documentos, parece que cualquier ingesta de mamut estos últimos 4.000 años es difícil de creer. Lo que sí se sabe es que, en 1979, un paleontólogo que descubrió un bisonte de hace 50.000 años no pudo resistir la tentación de hacer un buen guiso con su carne.

No olería tan mal como la del mamut de Berezovka porque se lo comió, asegurando que, aunque algo dura, sabía a pleistoceno. Lo más divertido es que puede que, dentro de no tanto, cualquiera pueda comer carne de mamut. Estamos intentando resucitar este animal y hay más: una empresa ya ha preparado una albóndiga de mamut. No para consumo humano, pero ahí está.

Y eso sí que no lo van a probar ni Roosevelt ni Armstrong.

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En 1901 unos exploradores rusos se encontraron el cadáver de un mamut congelado. Lo que pasó con su carne es un misterio

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por
Alejandro Alcolea

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