Xataka – Unos pescadores han encontrado un dron de Ucrania cargado de explosivos. El problema es dónde: en Turquía
A comienzos de septiembre prendió una llama que todavía no se ha apagado. En la guerra de Ucrania habíamos visto drones lanzando drones para derribar a otros drones, enjambres de drones deteniendo y haciendo prisioneros a reclutas, incluso drones actuando prácticamente por su propia cuenta gracias a la IA. Pero nunca que un dron perdiera el rumbo y terminara llegando tan lejos como Estonia.
Por eso lo que ha ocurrido ahora es insólito: han llegado a Turquía.
Un hallazgo inesperado. El descubrimiento de un dron naval ucraniano Magura cargado de explosivos frente a la localidad turca de Çarşıbaşı, a 1.500 km de territorio controlado por Kiev, ha puesto de relieve tanto el alcance de estas armas como los riesgos colaterales de su empleo. El artefacto fue remolcado por pescadores locales hasta el puerto, que hubo de cerrarse mientras se desplazaban artificieros para neutralizarlo.
Se trataba de un modelo Magura V5, fácilmente identificable por su torreta electroóptica y antenas satelitales, pero sin los añadidos de algunos prototipos recientes, como lanzadores de drones FPV, ametralladoras o raíles para misiles. La escena ilustra cómo estos ingenios, concebidos inicialmente como kamikazes navales, pueden convertirse en peligrosos objetos a la deriva si pierden contacto o fallan sus sistemas de guiado.
La evolución del Magura. Desde su aparición en 2022, los Magura han pasado de ser simples lanchas suicidas a plataformas polivalentes. GUR, la inteligencia militar ucraniana, ha experimentado con lanzamientos de drones aéreos, armamento automático e incluso con misiles aire-aire. En diciembre de 2024, un Magura V5 logró derribar un helicóptero Mi-8 ruso con un R-73 adaptado, un hito mundial en el uso de drones navales.
En mayo de 2025, otra variante V7, equipada con dos Sidewinder AIM-9, abatió dos cazas Su-30 Flanker, demostrando que un vehículo de superficie no tripulado podía negar el espacio aéreo. Estos avances confirman que la frontera entre guerra naval, aérea y terrestre se difumina en un mismo sistema modular.
Impacto estratégico. Lo hemos contado antes. La campaña ucraniana con drones navales transformó el equilibrio marítimo. Tras el ataque a Sebastopol en octubre de 2022, los USV obligaron a Rusia a replegar grandes unidades de su flota, limitar operaciones en el noroeste del mar Negro y asumir un riesgo constante incluso en puertos orientales.
Pese a no contar ya con una marina convencional, Ucrania ha logrado contener a una de las mayores armadas del mundo mediante enjambres de drones. Esto ha tenido un efecto estratégico directo: Crimea, núcleo de la presencia naval rusa, ha quedado más aislada y vulnerable, y Moscú se ha visto forzado a reforzar defensas costeras, dispersar buques y desplegar medios adicionales de vigilancia.
Capturas, pérdidas y una carrera. No todos los Magura alcanzan sus objetivos. Algunos han sido recuperados intactos, como el hallado por Rusia en Crimea en noviembre de 2023, lo que abre la puerta al análisis y la posible ingeniería inversa. Las imágenes de esos ejemplares capturados muestran la rápida evolución del diseño, con mejoras en ópticas, antenas y autonomía.
El riesgo es doble: por un lado, Rusia puede aprender a interferir sus comunicaciones o copiar tecnologías; por otro, la propaganda utiliza estos hallazgos para mostrar supuestas debilidades ucranianas. El dron encontrado en Turquía, al margen de sus características, se convierte en un símbolo de los límites de esta nueva forma de guerra: el mar puede devolver estos ingenios a lugares inesperados, con consecuencias imprevisibles.
La guerra naval del futuro. El episodio turco confirma que los drones navales han llegado para quedarse. Su bajo coste comparado con un buque de guerra, su capacidad de operar sin tripulación y su flexibilidad para portar distintos sistemas de armas los convierten en un actor decisivo. El caso ucraniano demuestra que una nación sin marina convencional puede hostigar y condicionar a un adversario muy superior.
Al mismo tiempo, plantea interrogantes sobre seguridad marítima internacional, neutralidad de terceros países y proliferación tecnológica. Si un pescador puede encontrarse con un dron explosivo en un puerto turco, la línea entre frente de combate y espacio civil se vuelve cada vez más tenue, anticipando un futuro en el que los mares serán escenario de guerras invisibles libradas por máquinas sin bandera clara. Estonia fue el primer aviso, y ahora han llegado a Turquía.
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Unos pescadores han encontrado un dron de Ucrania cargado de explosivos. El problema es dónde: en Turquía
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Miguel Jorge
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