Xataka – Los colores importan, al menos si hablamos de estudiar plantas: un estudio revela que las más llamativas se investigan más
La cicuta es una planta que, a simple vista, no es muy llamativa. Su tallo es verde con manchitas rojas, nada llamativo más allá de su tamaño, que puede ser de hasta 2,5 metros; sus flores, pequeñas y blancas, tampoco son precisamente bonitas. Pero las apariencias engañan, porque esta planta aparentemente tan aburrida es una de las plantas más venenosas del mundo. De hecho, el filósofo Sócrates murió tras beber una copa envenenada con cicuta.
¿Y a qué viene todo esto? A que un estudio publicado en la revista Nature Plants afirma que los investigadores tienden a prestar más atención a las plantas más llamativas y distintivas, dejando más de lado a las plantas raras o en peligro de extinción.
Flores azules > Flores verdes
Para este estudio, los investigadores revisaron 280 estudios realizados entre 1975 y 2020 sobre 113 especies de plantas al suroeste de los Alpes. Esta zona es muy interesante para este tipo de estudios, ya que se calcula que hay unas 30.000 especies de flores silvestres.
Los investigadores recogieron datos sobre la morfología de las plantas, véase tamaño y color, su ecología y su rareza. Tras analizar los datos, descubrieron que las plantas con flores azules han sido las más estudiadas. Curiosamente, el color azul es uno de los menos frecuentes en las flores.
Las siguientes más estudiadas fueron las plantas con flores rojas, rosas o blancas y, finalmente, las plantas con flores verdes o marrones. Aquellas con el tallo alto también recibieron más atención por parte de la comunidad científica.
Uno de los motivos para que esto sea así es, según los investigadores, que las flores azules, rojas, rosas y blancas destacan más en el suelo que las verdes y marrones. Además, que el tallo sea alto ayuda a que se puedan recoger con mayor facilidad. «Una mayor altura del tallo implica que las especies son más llamativas, pero también más altas; así, sus inflorescencias son más fácilmente accesibles sin que los investigadores tengan que agacharse al suelo», explican en el estudio.
¿Y qué implicaciones tienen estas preferencias? De acuerdo a los investigadores, este sesgo afecta a la representatividad de los datos utilizados para fundamentar las prioridades de investigación y las políticas de conservación. En palabras de los investigadores, este sesgo «corre el riesgo de comprometer los esfuerzos para centrar eficazmente las actividades de conservación de las plantas y preservar la biodiversidad vegetal».
Kingsley Dixon, botánico de la Universidad de Curtin (Australia) y coautor del estudio, explica a Scientific American que «podemos estar perdiendo especies que podrían estar en rápido declive hacia la extinción, y no tenemos ni siquiera información básica sobre los bancos de semillas para su conservación».
Vía | Scientific American
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Jose García
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