Xataka – La alta fidelidad no tiene por qué ser elitista: te ayudamos a configurar un equipo de buena calidad y precio realista
La alta fidelidad se ha granjeado la fama de ser una afición cara, y, en cierto modo, elitista. Y sí, desafortunadamente es una imagen que se ha ganado a pulso. Buena parte de los fabricantes que compiten en este mercado lo hacen poniendo a punto productos de gama muy alta que son absolutamente inalcanzables para la mayor parte de los aficionados, que son los que realmente sostienen esta afición.
Por fortuna, hoy en día en este sector también podemos encontrar componentes de mucha calidad a precios muy razonables. Y es que marcas como NAD, Rotel, Cambridge Audio, Opera, Jelco o Hana, entre muchas otras, nos demuestran que con un esfuerzo económico razonable un aficionado a la música con un poder adquisitivo medio puede configurar un equipo de auténtica alta fidelidad.
Es un desafío de cierta entidad, pero podemos superarlo
El reto al que se ven obligados a enfrentarse muchos de los aficionados que quieren hacerse con un equipo de música de calidad, pero que tienen un presupuesto comedido, es «separar el grano de la paja». Y es que conocer qué marcas nos proponen componentes de los que merecen la pena a precios razonables, sin esoterismo y por los que pagamos por lo que realmente obtenemos, suele requerir años de investigación. Incluso de prueba y error.
También hay otro desafío que debemos superar antes de ponernos manos a la obra. Y, sobre todo, como paso previo a la compra de cualquier componente: la configuración hardware de nuestro futuro equipo. Y es que elegir las fuentes adecuadas, las cajas acústicas que mejor se adecuan al espacio del que disponemos y a nuestros gustos, y también encontrar la electrónica capaz de mover con garantías esas cajas, no es trivial.
No obstante, no basta con encontrar las marcas y el hardware adecuados. No debemos olvidar tampoco el software y los servicios a los que podemos recurrir para disfrutar esta afición de una forma plena, que hoy en día son más numerosos y flexibles gracias a la democratización de las conexiones a Internet. Este artículo pretende ser una guía que os ayude a abordar este proceso con más garantías y de una forma lo menos traumática y arriesgada posible desde una perspectiva económica.
Antes de entrar en materia me gustaría pediros disculpas por adelantado porque el propósito de este artículo es lo suficientemente ambicioso como para que las soluciones que os voy a sugerir para resolver cada uno de los eslabones de la cadena de reproducción sean inevitablemente incompletas. Por esta razón, os propongo que utilicéis los comentarios del artículo para ampliar mis sugerencias, de manera que entre todos echemos una mano a los aficionados a la alta fidelidad que necesitan ayuda para conformar un equipo de buena calidad y coste abordable. Vamos allá.
El primer eslabón de la cadena: la fuente
Comenzaremos nuestro viaje repasando qué es una fuente, cuál es su cometido y qué tipos nos interesa considerar durante la configuración de nuestro equipo de alta fidelidad. Podemos definir la fuente como un dispositivo diseñado para acceder al contenido musical, facilitar su reproducción y enviar la señal de audio al primer componente de la sección de amplificación, que normalmente es el preamplificador. Si nos ceñimos al dominio en el que está codificada la información musical, podemos distinguir dos tipos de fuentes: digitales y analógicas. Empezaremos por las primeras.
La calidad de la fuente por la que nos decantemos condicionará el sonido que nos ofrecerá nuestro equipo
Si tenemos una colección amplia de CDs, o bien si seguimos comprándolos por afinidad con este formato físico, es interesante que consideremos la posibilidad de hacernos con un reproductor de CD. Pero no es en absoluto la única opción que tenemos para reproducir música en formato digital. De hecho, ni siquiera es la más flexible y práctica. Estas cualidades nos las ofrecen en mayor medida los reproductores de música en red.
A diferencia de los lectores de CD, estos dispositivos no incorporan una mecánica de transporte diseñada para extraer los datos digitales de un disco físico, sino que han sido concebidos para acceder a la música digital alojada en un dispositivo de almacenamiento masivo a través de una red de área local.
Por esta razón, además del propio reproductor de música en red necesitaremos un NAS (Network Attached Storage), que será el dispositivo de almacenamiento en red que contendrá nuestros contenidos. Para alojar en él la música tenemos dos opciones. La primera consiste en «ripear» el contenido de nuestros CDs utilizando un ordenador y una aplicación que nos asegure que vamos a obtener una copia fidedigna de nuestra música.
Los reproductores de música en red nos permiten disfrutar los formatos con calidad de máster de estudio y nos ofrecen una sencillez de uso estupenda
Hay muchas opciones interesantes, pero una herramienta gratuita para Windows que suele funcionar muy bien es Exact Audio Copy. Eso sí, es importante que el fichero que vamos a obtener esté codificado en un formato de compresión sin pérdida de calidad que a posteriori podamos reproducir con un abanico amplio de aplicaciones, como, por ejemplo, FLAC.
Otra forma de conseguir música digital que podemos almacenar en nuestro NAS y reproducir desde nuestro reproductor de música en red pasa por comprarla en alguna de las muchas tiendas especializadas que podemos encontrar en Internet. Estoy seguro de que ya conocéis muchas, por lo que voy a limitarme a mencionar algunos sellos no muy populares en los que podemos encontrar música muy interesante y con calidad de máster de estudio.
En sellos como 2L, Linn Records o HighResAudio podemos encontrar música de gran calidad técnica y artística
Ahí van unos cuantos: 2L, que es estupendo si os gusta la música clásica y el jazz; Linn Records, que tiene un catálogo fantástico de clásica, jazz, folk y rock; HighResAudio, muy interesante por su amplio catálogo de rock, pop, clásica y jazz; y, por último, Gimell Records, un veterano sello inglés especializado en música clásica cuyo catálogo no destaca por su volumen, pero sí por su calidad.
Un apunte importante que merece la pena tener en cuenta es que no todos los reproductores de música en red incorporan un DAC (Digital to Analog Converter). Este componente es el responsable de realizar la conversión de nuestra música del dominio digital al analógico, por lo que, si nuestro reproductor de música en red no lo incorpora, deberemos hacernos con un DAC dedicado, o bien con un preamplificador u otra fuente que lo tenga.
El abanico de reproductores de música en red que podemos encontrar actualmente en el mercado es muy amplio. Y sus precios lo son en la misma medida. Algunas opciones interesantes por su relación precio/prestaciones son los Stream Box de la firma austríaca Pro-Ject, que se pueden conseguir desde unos 699 euros, o el N-30AE de Pioneer, que está disponible por 529 euros. Muchos de estos dispositivos, además, nos permiten acceder a servicios de música mediante streaming, como TIDAL, Spotify o Deezer (profundizaremos en ellos más adelante), e incluso a servicios de radio por Internet, como TuneIn.
Quien por el momento prefiera seguir reproduciendo sus discos compactos «a la antigua usanza», utilizando un reproductor de CDs, puede apostar por cualquiera de los reproductores de alta calidad que podemos encontrar en el mercado. Los hay de precios muy elevados, como los Accuphase, Esoteric, Emm Labs o dCS, entre muchos otros. Pero el objetivo de este artículo no es proponer componentes elitistas, sino opciones a las que pueden acceder un abanico amplio de aficionados.
Si te sigue interesando el CD te alegrará saber que marcas como NAD, Rotel, Cambridge Audio, Pioneer o TEAC tienen reproductores de mucha calidad a precios muy razonables
En cualquier caso, antes de sugeriros algunos modelos me gustaría apuntar que es interesante apostar por un reproductor de CD cuya lógica de conversión se pueda «atacar» desde fuera. Esto quiere decir, sencillamente, que tiene entradas digitales (es importante que una de ellas sea USB) a las que podemos recurrir para enviar a su DAC la música que tenemos almacenada en un dispositivo externo, como, por ejemplo, el disco duro de nuestro ordenador. De esta manera podremos utilizarlo para reproducir no solo nuestros CDs, sino también un abanico amplio de archivos digitales.
Vayamos ya con algunas opciones que me gustaría proponeros por su estupenda calidad de sonido y moderado precio. Por supuesto, hay reproductores mejores, pero también son más caros. Un lector muy interesante es el C538 de NAD, un aparato de aspecto modesto, pero de sonido honesto y detallado. Cuesta 349 euros. Si vuestro presupuesto es un poco más holgado quizás os interese echar un vistazo al CD-14 de Rotel, que cuesta 679 euros e incorpora un DAC Wolfson WM8740 de mucha calidad.
Y, si podéis llegar a los 999 euros, el RCD-1572 de Rotel es una opción estupenda que tiene una mecánica de transporte muy cuidada, salidas balanceadas y un DAC de mucha calidad. Sé que no es ninguna ganga, pero la verdad es que si encaja en vuestro presupuesto es un componente muy atractivo que os permitirá disfrutar mucho vuestra colección de discos compactos.
No puedo concluir la sección dedicada a las fuentes de audio sin proponeros también varios giradiscos de nivel básico o medio con los que podréis disfrutar vuestros discos de vinilo, si es que los tenéis y os gusta su sonido. Si no es así sentíos libres, cómo no, de pasar al siguiente apartado del artículo. No obstante, antes de seguir adelante nos interesa repasar que un giradiscos tiene tres elementos fundamentales: el conjunto formado por el plinto y el plato, el brazo y la cápsula fonocaptora.
La misión de estos componentes es, por un lado, garantizar que el disco de vinilo gira con la máxima estabilidad y a una velocidad constante. Y, por otra parte, extraer de sus surcos la máxima cantidad de información musical posible. El problema es que llevar a cabo estas tareas correctamente no es sencillo porque en el proceso intervienen fuerzas y otros fenómenos físicos con los que es necesario lidiar. Eso sí, la buena noticia es que no hace falta en absoluto invertir mucho dinero en un giradiscos para obtener un sonido de calidad.
Un modelo básico, pero, a la par, muy digno, que encajará incluso en los presupuestos más comedidos es el Planar 1 de la británica Rega, que puede conseguirse a partir de 299 euros con una cápsula Carbon de la propia Rega. Otra opción muy apetecible es el TD 201 de Thorens, que podemos comprar equipado con brazo y cápsula AT-3600 por 449 euros.
Una última opción si tu presupuesto es un poco más holgado, y puedes invertir en el giradiscos 519 euros, es el Pro-Ject 1 Xpression Carbon, que viene equipado con un brazo de carbono de 8,6 pulgadas y una cápsula 2M Silver de Ortofon. Eso sí, es importante que tengáis en cuenta que las cápsulas de este nivel de precio suelen ser de imán móvil, y no de bobina móvil.
El siguiente paso: la amplificación
Ya tenemos las fuentes de nuestro equipo de alta fidelidad, por lo que ahora nos toca preocuparnos por el siguiente eslabón de la cadena de reproducción: la amplificación. Tenemos dos opciones: optar por un amplificador integrado, o bien decantarnos por un conjunto de preamplificador y etapa de potencia estereofónica (o dos monofónicas).
Esta última solución es la más ambiciosa desde un punto de vista cualitativo porque nos ofrece una mayor separación entre canales, y, con frecuencia, una relación señal/ruido más alta. Pero también suele ser mucho más cara que los amplificadores integrados, y como nuestro objetivo es configurar un equipo de precio realista, en esta ocasión nos interesa ceñirnos a estos últimos.
Antes de seguir adelante nos viene bien repasar con cierto detalle qué es un amplificador integrado. Podemos definirlo, sencillamente, como el dispositivo encargado de recibir la señal de nivel de línea de nuestras fuentes y amplificarla tanto como sea necesario para excitar los altavoces de nuestras cajas acústicas con garantías. Además, también debe permitirnos actuar sobre el nivel de presión sonora manipulando un potenciómetro de volumen, y conmutar entre nuestras fuentes seleccionando la entrada que debe permanecer activa en un instante determinado. Estas son, grosso modo, las funciones esenciales de nuestro amplificador integrado.
El amplificador debe ser capaz de excitar los altavoces de las cajas acústicas con el máximo control posible e introduciendo una distorsión mínima
Eso sí, para elegir el modelo apropiado debemos tener presentes varias necesidades importantes. La primera de ellas consiste en que si queremos conectar al amplificador integrado un giradiscos tenemos que asegurarnos de que cuenta con una entrada de fono. De lo contrario nos veremos obligados a comprar un previo de fono dedicado, y, por tanto, gastar más dinero.
La entrada de fono, o, en su defecto, el previo de fono, es necesaria porque la señal de nivel de línea que extraemos de la cápsula fonocaptora de nuestro giradiscos es mucho más débil que la señal que obtenemos de un lector de CD o un reproductor de música en red. Esto provoca que sea necesario amplificarla para que la sección de previo del amplificador integrado pueda trabajar con ella.
La segunda necesidad que debemos tener en cuenta es que el amplificador integrado por el que nos decantemos debe ser capaz de excitar nuestras cajas acústicas con solvencia. Por esta razón, debe tener la potencia y la entrega de corriente necesarias para controlar con precisión la excursión del diafragma de los altavoces. De lo contrario no obtendremos el sonido dinámico, controlado y resolutivo que a todos los aficionados a la alta fidelidad nos gusta.
Podemos contemplar el amplificador como el «músculo» de nuestro equipo HiFi, pero las máximas responsables de su estética sonora son las cajas acústicas
La potencia máxima soportada y la impedancia nominal, que son dos de las especificaciones que los fabricantes de cajas acústicas suelen revelar, nos ayudan a formarnos una idea aproximada (esta información no basta para conocer su comportamiento con precisión en régimen dinámico) acerca de lo exigentes que son con la electrónica de amplificación. No obstante, en este contexto puede resultaros útil un consejo: es preferible que el amplificador no vaya justo en lo que concierne a la entrega de potencia y la corriente que requieren vuestras cajas acústicas.
No importa que el amplificador integrado que elijáis supere, eso sí, sin exageraciones, la potencia máxima soportada por vuestras cajas porque este excedente puede evitar que ante una caída súbita de la impedancia a un nivel de presión sonora importante la etapa de amplificación entre en régimen de saturación o sobrecarga (clipping).
Este fenómeno ocurre cuando el amplificador se ve obligado a entregar a la caja acústica un voltaje de salida que está por encima de su capacidad. Si el amplificador está bien diseñado debería incorporar un modo concebido para proteger los altavoces cuando se dan estas circunstancias. Pero, aun así, hay otra consecuencia inevitable: la distorsión se incrementa y la calidad de sonido se resiente claramente.
Si el amplificador entra en régimen de sobrecarga puede llegar a dañar los altavoces, y el tweeter es el que suele salir peor parado
Afortunadamente, el abanico de amplificadores integrados de calidad que podemos encontrar en el mercado hoy en día a precios razonables es bastante amplio. Si vuestro presupuesto está muy ajustado el modelo A-S201 de Yamaha, que podemos encontrar por 179 euros, es una opción interesante. Entrega 100 vatios sobre 8 ohmios y 140 vatios sobre 4 ohmios, lo que refleja que tiene una fuente de alimentación bastante consistente. Otro amplificador integrado de precio abordable y con un sonido de auténtica alta fidelidad en el que podemos fijarnos es el C328 de NAD, con el que podemos hacernos por unos 499 euros. Entrega 50 vatios sobre cargas de 8 ohmios.
Una decisión crucial: las cajas acústicas
La elección de las cajas acústicas es especialmente compleja porque cada fabricante, incluso cada modelo en la gama de una misma marca, tiene su propia estética sonora. Y esto nos lleva al primer consejo que puedo daros: no compréis unas cajas acústicas si previamente no tenéis la oportunidad de escucharlas.
Posiblemente no podréis concertar con la tienda una audición con una fuente y una sección de amplificación idénticas a las que vais a usar en vuestro equipo, pero al menos podréis haceros una idea acerca del tipo de sonido que os ofrecen esas cajas. Y, lo que es más importante, podréis comprobar si encaja con vuestras preferencias.
Antes de que os proponga alguna opción merece la pena que dediquemos unas líneas a un breve repaso de los componentes esenciales de una caja acústica porque puede ayudaros a encontrar lo que estáis buscando. Este componente está constituido por tres elementos fundamentales: el recinto, el filtro divisor de frecuencias y los altavoces (os contamos mucho más acerca de ellos en este otro artículo).
Todos ellos ejercen una influencia muy clara en el sonido que vamos a obtener, de ahí que las diferencias entre unas cajas acústicas y otras en términos de resolución, precisión tímbrica, imagen estereofónica, dinámica, impacto en el extremo grave del espectro de frecuencias y calidez sean muy notables. De hecho, las cajas acústicas suelen ser los componentes que en mayor medida atribuyen una personalidad sonora concreta al equipo de alta fidelidad, de ahí que sea tan importante que tengáis la oportunidad de concertar una audición antes de comprarlas.
Las cajas acústicas incorporan tres elementos fundamentales que nos interesa conocer para elegir con acierto: el recinto, los altavoces y el filtro divisor de frecuencias
Por fortuna, el mercado pone a nuestra disposición un abanico de opciones amplísimo en materia de cajas acústicas. Algunos de los fabricantes en los que nos podemos fijar son Bowers & Wilkins, Dynaudio, Raidho, Opera, Usher, PMC, Focal, Audiovector, ATC, Martin Logan, Monitor Audio, ProAc, Sonus Faber… Podría continuar y escribir varios párrafos repletos de marcas capaces de colocar en el mercado cajas acústicas de muy buena calidad, aunque, eso sí, con una estética sonora muy diferente. Y, sin duda, que haya tantas opciones es una buena noticia para nosotros, los usuarios.
Un apunte más antes de proponeros algunos modelos en particular. Una decisión que debemos afrontar antes de elegir las cajas de nuestro equipo consiste en decantarnos por unos monitores, o bien por unas cajas acústicas de tipo columna. Los primeros, como sabéis, tienen un recinto más pequeño, y, por esta razón, suelen ser más fáciles de ubicar y menos exigentes ante la proximidad de las paredes y el mobiliario, por lo que son una opción muy apetecible para espacios con un tamaño comedido. Eso sí, a cambio suelen sacrificar extensión en el extremo bajo del espectro de frecuencias, por lo que sus graves suelen ser menos profundos que los de las cajas de tipo columna.
Estas últimas, como sabéis, tienen un recinto más voluminoso, por lo que pueden ser más difíciles de ubicar dentro de nuestro espacio. Además, también suelen ser más exigentes con la electrónica de amplificación, lo que puede obligarnos a hacernos con un amplificador con una mayor capacidad de entrega de potencia y corriente. Pero, eso sí, suelen tener un extremo grave más profundo y a menudo generan una imagen estereofónica más amplia.
Como veis, he abusado a propósito en los últimos párrafos de las palabras «suelen» y «puede» porque en este ámbito no hay verdades absolutas. He podido escuchar monitores de referencia con un extremo grave de un impacto sobrecogedor que para sí querrían muchas cajas de tipo columna de gama muy alta, como los Compact Reference One de TAD, y también cajas pequeñas y aparentemente frágiles capaces de recrear una escena sonora de un tamaño asombroso, como las sorprendentes HB-1 de Kiso Acoustic.
Llegados a este punto, algunos monitores de buena calidad y precio abordable en los que podemos fijarnos son los Heco Aleva GT 202, que cuestan 379 euros, o los Focal Chora 806, con los que nos podemos hacer por 658 euros. Si buscáis unas columnas con una alta relación coste/prestaciones dos modelos atractivos son las Monitor 200, de Monitor Audio, que cuestan 459 euros, y las Chora 816 de la francesa Focal, que tienen un precio de 1.198 euros.
El cableado y el filtro de red
Llegamos ahora a los elementos que pueden ayudarnos a rematar nuestro equipo de alta fidelidad, y que, curiosamente, son los que más controversia suelen generar. Soy de los que cree firmemente que influyen en el sonido, pero también estoy convencido de que hay demasiado esoterismo alrededor de ellos, especialmente en torno a los cables. Y es que, honestamente, creo que para redondear un buen equipo de alta fidelidad merece la pena cuidar un poco los cables, pero sin realizar ningún exceso en absoluto.
En el mercado podemos encontrar cables de modulación, de conexión a las cajas acústicas y de alimentación de miles de euros, pero creo que ese coste no está en absoluto justificado, por muy cuidado que esté nuestro equipo HiFi. Algunas marcas con cables de buena calidad y precios muy razonables son Van den Hul, Supra, Audioquest o WireWorld.
Estos fabricantes también tienen modelos de precio muy alto, por lo que mi sugerencia es que os decantéis con total tranquilidad por sus opciones de gama de entrada porque tienen conductores, revestimientos y conectores con la calidad necesaria para colmar las exigencias de la mayor parte de los aficionados. En mi opinión, no es necesario que reservéis más de un 10 o un 15% de vuestro presupuesto total para los cables.
Y, en lo que concierne a la alimentación, más de lo mismo. Una buena regleta con filtro de corriente continua y de red viene bien para proporcionar a la fuente de alimentación de los componentes de nuestro equipo HiFi una línea libre de ruido y parásitos. Marcas como la española Vibex, la estadounidense PS Audio o la británica Isotek, entre otras, tienen productos interesantes.
Pero los usuarios tenemos a nuestro alcance una opción mucho más barata, y, a menudo, más eficaz: «tirar» una línea, o dos, depende de la envergadura del equipo, de alimentación dedicada desde el cuadro eléctrico de nuestra vivienda hasta las tomas de corriente que alimentan los componentes de nuestro equipo de alta fidelidad. De esta forma minimizamos el ruido y los parásitos que los electrodomésticos, y no solo los nuestros, sino también los de nuestros vecinos, inyectan en la red eléctrica, y que afectan negativamente a la calidad de sonido.
Cualquier electricista competente puede llevar a cabo este procedimiento con seguridad. Además, apenas representa una mínima obra porque los nuevos cables de alimentación suelen poder introducirse por los tubos corrugados ya existentes en la instalación eléctrica de la vivienda. Y esta estrategia tiene una ventaja adicional: nos permite instalar en nuestro cuadro eléctrico un diferencial dedicado en exclusiva a nuestro equipo HiFi.
Elige el software de reproducción adecuado
En principio ya tenemos resuelta la elección del hardware de nuestro equipo de alta fidelidad, pero aún nos queda algo importante por decidir si hemos apostado por utilizar como repositorio de nuestra música digital un ordenador o un NAS: el software de reproducción. La buena noticia es que Internet pone a nuestra disposición un abanico muy amplio de aplicaciones tanto para Windows como para macOS, gratuitas y de pago, con una calidad estupenda.
Nuestro objetivo es que el DAC de nuestro equipo reciba, normalmente a través de una entrada USB asíncrona, los paquetes de datos que conforman nuestro contenido musical sin alteraciones y minimizando el jitter. Es posible que a algunos aficionados a la alta fidelidad os sorprenda porque no es intuitivo, pero existen diferencias claramente apreciables entre la calidad de sonido que nos ofrecen unas aplicaciones de reproducción y otras.
Pero no solo debemos pedir que su calidad sonora sea alta; también es importante que nuestra aplicación de reproducción nos ayude a administrar y organizar nuestra biblioteca de temas musicales de una forma sencilla y lo más intuitiva posible. Mi consejo en este terreno es que probéis las versiones de demostración de varias herramientas (casi todas ofrecen una edición limitada en tiempo de uso o funcionalidad), y os quedéis con aquella que mejor se adecua a vuestras necesidades.
Algunas opciones que satisfacen las premisas que acabo de describir, y que, por este motivo, os aconsejo probar, son Audirvana Plus, BitPerfect, Amarra y Fidelia, todas ellas disponibles para macOS. Los usuarios de Windows también tenemos a nuestra disposición aplicaciones de reproducción fantásticas, como son JRiver Media Center (también está disponible para macOS), Foobar2000 y JPLAY, entre otras. Vosotros tenéis la última palabra.
Formatos de audio y servicios de streaming con calidad HiFi
Ya tenemos nuestro equipo de alta fidelidad y el software de reproducción preparados, pero aún nos queda concretar algo más para que podamos dedicarnos a disfrutar nuestra música favorita sin distracciones: el tipo y el origen de nuestros contenidos. Lo primero en lo que me parece importante que nos detengamos son los formatos de audio por los que podemos apostar si decidimos utilizar como fuente un reproductor de música en red o nuestro ordenador.
Podemos organizar estos formatos atendiendo a varios criterios para que seamos capaces de elaborar un «mapa mental» de lo que nos vamos a encontrar, pero creo que una de las maneras más sencillas de resolverlo pasa por clasificarlos en dos categorías: música PCM (sin comprimir, comprimida con pérdida de calidad y comprimida sin pérdida de calidad) y DSD (comprimida y sin comprimir).
Grosso modo, por si no tenéis bien ubicados estos formatos, es interesante saber que originalmente el PCM se utiliza en los CDs, y el DSD en los SACDs. Pero, obviamente, dado que son formatos de codificación digitales, también son los usados desde hace años para la distribución de contenido musical a través de Internet.
En el ámbito de la alta fidelidad los formatos de audio digital que más nos interesan son los DSD y PCM comprimido sin pérdida de calidad
En el ámbito que nos ocupa, que es el de la alta fidelidad estricta, los formatos de codificación PCM con pérdida de calidad no nos interesan especialmente, lo que descarta en este terreno a los formatos MP3, OGG, WMA y M4A (AAC), entre otros. No obstante, esto no significa que os esté aconsejando necesariamente que huyáis de ellos. Hay música codificada con estas técnicas que, por no estar excesivamente comprimida, no suena mal, y puede ofrecernos una experiencia satisfactoria. Aun así, yo siempre me decantaría por los formatos de los que os voy a hablar a continuación, si se os ponen «a tiro».
Las extensiones WAV y AIFF delatan a los formatos de codificación PCM sin compresión. Por esta razón, su calidad de sonido es alta (aunque está condicionada inevitablemente por la toma de sonido), pero los ficheros que obtenemos pesan mucho. Este es el problema que resuelven, precisamente, los formatos de codificación PCM con compresión sin pérdida de calidad.
Su sonido, una vez que el archivo ha sido descomprimido, es exactamente el mismo que obtenemos con el PCM sin compresión, pero la diferencia estriba en que los ficheros que manejamos son sensiblemente más compactos. Los formatos más populares en esta categoría son FLAC, APE y M4A (ALAC).
Por último, nos interesa conocer también el formato de codificación DSD (Direct Stream Digital), que fue originalmente desarrollado por un grupo de ingenieros de sonido de Philips y Sony para los discos SACD. Aunque nuestro objetivo en este artículo no es profundizar en su tecnología, sí nos interesa saber que el DSD nos ofrece una gama dinámica mayor que la del CD, y también es capaz de restituir frecuencias mucho más altas que las de este último formato. Pero adolece de algunas limitaciones, como son su decaimiento exponencial de la relación señal/ruido en las frecuencias más altas, y también el considerable tamaño de los ficheros que genera.
Conocer con cierta precisión qué nos ofrecen estos formatos de codificación es importante porque nos los vamos a encontrar si decidimos comprar música con calidad de máster de estudio en alguna de las tiendas on-line que he citado en los primeros párrafos de este artículo. Y también tropezaremos con ellos si decidimos suscribirnos a alguno de los servicios de música mediante streaming más populares hoy en día, como son TIDAL, Spotify Premium, Apple Music, Google Play Music o Deezer Premium, entre otros.
Desde un punto de vista estrictamente cualitativo nos interesa tener en cuenta que todos los servicios de streaming nos ofrecen música comprimida con pérdida de calidad codificada habitualmente en los formatos OGG, MP3 y AAC. Pero, eso sí, no todos tienen la misma calidad de sonido porque el bitrate máximo varía sensiblemente de unos a otros.
Spotify Premium, Google Play Music, Deezer Premium y TIDAL nos ofrecen la calidad más alta a través de un bitrate máximo de 320 Kbps. Apple Music les sigue de cerca con un bitrate de 256 Kbps, y servicios como Spotify Free, SoundCloud, BandCamp y YouTube se conforman con unos más modestos 128 Kbps. Opciones, como veis, tenemos unas cuantas. Decidáis lo que decidáis, confío en que este artículo os resulte mínimamente útil para conformar vuestro equipo de alta fidelidad y disfrutar un poco más vuestra música favorita.
Imagen de portada | Alina Vilchenko
Imágenes | Echo Audio
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La noticia
La alta fidelidad no tiene por qué ser elitista: te ayudamos a configurar un equipo de buena calidad y precio realista
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Juan Carlos López
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